Creemos que el Espíritu Santo es una persona divina. El Espíritu Santo como persona posee inteligencia (Juan 14.26; 1 Corintios 2:10,11), voluntad (Hechos 13:2; 16:7) y afecto (Romanos 15.30). La Obra del Espíritu Santo en el hombre es la de producir convicción de pecado, justicia y juicio (Juan 16:8-11) y habita en el corazón de los creyentes, santificándolos y perfeccionándolos para la obra del ministerio (Efesios 4:12).
Creemos que los dones espirituales, en razón de su origen y finalidad deben ser ejercitados en armonía, mutuo respeto, y evaluados a luz de la Palabra de Dios.
Creemos en la Santificación del hombre como obra de Dios por medio del Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 5:23; 1 Corintios 6:11). La Santificación como obra exclusiva de Dios se inicia con la experiencia de la conversión y es un proceso en la vida integral del creyente, que dura hasta el final de su existencia física (Filipenses 1:6; Efesios 4:13).
El Bautismo en Agua. Esta ordenanza fue instituida por Cristo mismo antes de su muerte en la cruz e incluida en la Gran Comisión. El bautismo se ministra a los creyentes que han afirmado su fe en Jesucristo y le han aceptado como su Salvador y Señor; Esta ordenanza se realiza por inmersión, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19-20; Romanos 6:3-4).
La Santa Cena. Es ministrado a los convertidos en Cristo, bautizados en agua y en plena comunión. Los elementos de esta ordenanza son el pan y el vino, que simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo, y se realiza en conmemoración de su muerte, hasta su Segunda Venida (1 Corintios 11:23-26).
Creemos que La Iglesia es el cuerpo místico de Cristo (Efesios 5:23). La iglesia está conformada por todas las personas renacidas por la obra del Espíritu Santo y la palabra de Dios en base a la fe en Jesucristo (Juan 3:5), de todos los tiempos y lugares. La Iglesia que se congrega en locales visibles ha sido comisionada para hacer discípulos en todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir con los mandatos de Cristo (Mateo 28:18-20).
Creemos que Dios por medio del Espíritu Santo ha constituido ministros de la Palabra (Efesios 4:11). El ministerio de la Palabra no se adquiere por herencia, transferencia o encargo de hombre alguno, sino por un llamamiento divino para un ministerio específico (Hebreos 5:4). Este llamamiento tiene signos visibles y es reconocido por la Iglesia. El Señor ha provisto de Ministerios, según los principios escriturales, para la edificación y perfeccionamiento del Cuerpo de Cristo (Efesios 4:12). Estos ministerios son especiales, son diferentes en función, pero no tienen jerarquía entre sí.
Creemos que habrá un Juicio Final (Apocalipsis 20:11-15). Dios ha establecido un Día en el cual juzgará a creyentes y no creyentes, en base a la justicia de Cristo. Y todo aquel cuyo nombre no se halle en el Libro de la Vida, será lanzado al lago que arde con fuego y azufre para sufrir el castigo eterno, esta es la muerte segunda, junto con el diablo y sus ángeles, la bestia y el falso profeta (Mateo 25:46; Apocalipsis 19:20; 20:11-15; 21:8).
Creemos en un cielo nuevo y tierra nueva creados por Dios (Apocalipsis 21:1,5). Los cielos y la tierra existentes serán deshechos por el fuego en el día del juicio (2 Pedro 3:7,10-12). En este nuevo cielo y tierra nueva, la Iglesia de Jesucristo gozará de la comunión plena con Dios y de su justicia (Apocalipsis 21:3,4; 2 Pedro 3:13), donde servirán a Dios y al Cordero (Apocalipsis 22:3), reinarán eternamente (Apocalipsis 22:5; Daniel 7:18).